sábado, 30 de mayo de 2009

Nótese el uso del posesivo

Cada uno debe hacerse cargo de sus dolores, de sus pérdidas y ganancias, de sus conquistas, de sus sonrisas, de sus lágrimas. De su perdón, de su olvido. De sus convicciones, de sus dudas. De su libertad y de sus ganas de aprovecharla, vivirla, disfrutarla. El resto, lo que no se posee, debería ser una mera piedra en el zapato que en el momento en que empiece a molestar podamos sacudir. Sacudirla para dejar de responsabilizarnos por su existencia y concentrarnos en la nuestra. Ver la molestia en el suelo, pequeña, insignificante... y comenzar, lentamente, a alejarnos de ella hasta que ya no podamos distinguirla del resto. No hay más ciencia, ni teorías.

viernes, 29 de mayo de 2009

Hopscotch

Toda teoría del lenguaje que sea sensata y rigurosa
demuestra que una traducción perfecta es un sueño inalcanzable.
A pesar de esto, la traducción existe.

Umberto Eco, Experiences in Translation.

I touch your mouth, I touch the edge of your mouth with my finger, I am drawing it as if it were something my hand was sketching, as if for the first time your mouth opened a little, and all I have to do is close my eyes to erase it and start all over again, every time I can make the mouth I want appear, the mouth which my hand chooses and sketches on your face, and which by some chance that I do not seek to understand coincides exactly with your mouth which smiles beneath the one my hand is sketching on you.

La segunda novela de Julio Cortázar, Rayuela, fue publicada por primera vez en 1963 y traducida al inglés por Gregory Rabassa, especialista en letras latinoamericanas nacido en Nueva York en 1922. Su traducción de Rayuela le valió el Premio Nacional del Libro en 1966. Durante el proceso de traducción, Rabassa le enviaba borradores de su traducción al autor, quien, a su vez, se los devolvía con correcciones, comentarios o preguntas.

La terea de un traductor literario es en muchos aspectos similar a la de un escritor. La diferencia radica en que el traductor no escribe sino que reescribe; no comienza de cero como el escritor sino que recrea, mediante un código lingüístico diferente, un texto que ya existe. Para hacerlo apropiadamente, deberá tener competencia lingüística en ambos idiomas y una gran habilidad para manipular la lengua a la cual traduce (de lo contrario, se verá atrapado en una jaula delimitada por sintaxis, morfología, restricciones literarias y consideraciones culturales que debilitarán, o inclusive, arruinarán el producto final).

En sus cartas a Rabassa, Cortázar deja ver su postura cautelosa y alerta a los movimientos del traductor y constantemente evalúa la calidad de su trabajo. A medida que adquiere confianza en él, el escritor cambia de actitud y se muestra con más ánimos de cooperar, siempre dispuesto a ayudar. Cortázar terminará reconociendo las habilidades del traductor y le comunicará que, como autor de la novela, está realmente satisfecho con el trabajo logrado.

Leer una obra literaria traducida no es lo mismo que leerla en el idioma original, pero una buena traducción no solamente es posible sino que también es necesaria ya que es la única manera en que los lectores pueden acceder a la literatura que emerge fuera de sus culturas.