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viernes, 16 de julio de 2010

No es cualquier entrada

Era una mañana cualquiera, de un día cualquiera, de una semana cualquiera y hacía un frío cualquiera. Dos personas se detuvieron frente a la puerta de un bar cualquiera e hicieron caso a la orden pegada arriba de la manija. Aquel bar les regaló ese cálido resguardo por los minutos que les llevara acabarse el café con leche que iban a pedir una vez ubicados en una mesa cualquiera. Una moza los atendió. El pedido fue rápido, la exposición de facturas hizo fácil la elección. Hablaron de un tema cualquiera. No tenían apuro. El tiempo no los corría esta vez. La puerta se abría constantemente y le daba paso a una persona cualquiera... y a otra y a otra. Hasta que entró aquel niño, que no era cualquiera. Y se acercó a la mesa de aquellas dos personas que disfrutaban de la compañía mutua y del café con leche que calentaba sus estómagos. El niño fue a dar con él, que tampoco era cualquiera. Pidió... algo, no sé bien qué y tampoco tiene importancia. Enseguida él tocó su billetera y fue evidente que no quería darle plata (¿a dónde iría a parar lo que recaudara en el día?, había dicho alguna vez). Apoyó su mano sobre esa espalda débil y acercándose al oído pequeño, preguntó ¿Querés una factura? No hace falta hacer explícita cuál fue la respuesta del niño. Entonces él le pidió que lo acompañe hacia donde estaban en exposición un montón de facturas de las que el niño jamás imaginó poder elegir. La mano de él seguía apoyada cuidadosamente en la espalda del niño. Estaba un poco inclinado para no tener que hablarle desde arriba. Yo acabo de probar la de dulce de leche y es riquísima. No dijo gracias. Se fue. Ella sólo vio su espalda y su manito sosteniendo la factura que acababan de darle en una servilleta y no pudo evitar que los ojos se le inundaran de lágrimas. En todo momento la mirada de ella se posaba en él y después en el niño. Contemplaba con inmensa concentración lo que estaba pasando y disfrutaba hacerlo. Su corazón latía fuerte y sentía orgullo por la persona que hasta hacía unos minutos, estaba sentada frente a ella. Y allí volvía, como si no hubiese pasado nada. Como si lo que acababa de hacer no lo hubiese convertido en la mejor persona que ella había conocido jamás. Se sentó en la silla de la mesa cualquiera del bar cualquiera. Notó la humedad en las mejillas de ella y el agua en sus ojos; esos ojos que no dejaban de mirarlo. Él le devolvió una mirada con mezlca de dolor y humildad. Era lo que tenía que hacer... no hizo falta que lo diga.

Relato de un hecho verídico. Ciudad de Córdoba, 16 de julio de 2010.
Él se llama Matías.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Silencio invasor

El silencio sellaba las bocas cercanas. Invadía el ambiente y espesaba el aire; aire que se volvía difícil de respirar con cada palabra no pronunciada. Y la incomodidad no escapaba de la escena. ¿Cómo transformar la seriedad en risas? ¿Cómo actuar? ¿Qué decir? ¿Decir?. Nada parecía matar a aquel invasor. Hubiese sido mejor el silencio en soledad que el silencio en compañía. Y el tiempo se les escapaba de las manos y se sentían atrapados en lo que callaban. Hasta que la palabra tomó forma, pero no de manera segura. Era tímida y se abría paso por entre el espeso silencio que apenas la dejaba moverse. Silencio no grato, no bienvenido. Y mucho menos cuando nos inunda en compañía.

domingo, 4 de octubre de 2009

Te amo así, inexplicablemente.



Yo que era reacia a esas (dos) palabras.

martes, 22 de septiembre de 2009

¿?

¿Y qué se hace con ese llanto pasivo que no logra activarse en lágrimas,
con esa mente que gira, gira y gira hasta marear al sentimiento,
con la (a veces no tan) grata incertidumbre,
con el cosquilleo,
con el miedo?
¿Qué se hace con la confusión,
con el deseo de saber y no saber al mismo tiempo,
con las palabras atragantadas,
con las palabras apresuradas,
con el tiempo encapsulado en relojes?
¿Qué se hace con vos y conmigo,
pero más conmigo que con vos,
con el dolor que aún molesta,
con el futuro que no llega?
¿Qué se hace con el hoy,
cuando hay mucho ayer
y poco mañana?
¿Qué se hace cuando hay sólo preguntas y nada de respuestas?

lunes, 15 de junio de 2009


Sólo quiero darte cosas simples...

jueves, 16 de abril de 2009

El ruido del paso del tiempo

"Como dijiste vos, 'no se puede parar el tiempo'… Sí se podía parar ese reloj que me estaba alterando un poquito los nervios porque cada vez que escuchaba que las bolitas hacían ¡trrrrrrrr pa pa TAC! sentía como que era un martillo, ¿no? Porque encima que uno sufre con el paso del tiempo, peor es cuando el paso del tiempo hace ruido, ¿entendés? Porque si no hiciera ruido por lo menos uno no se da cuenta del paso del tiempo, pero cuando hace ruido, sí. Es como que el relojito te está diciendo acordate de que cayó otro minuto, acordate de que cayó otro minuto… acordate de que ahora ya son cinco, ¿entendés? Y ése es el problema… que te estén recordando que el tiempo pasa... como cuando yo me miro al espejo y me veo las dos canas y me acuerdo de que ya no soy más el de antes, de que tenía un pelo morocho brillante, espectacular."

-Fragmento de una filmación de las ocurrencias de un tal Sr. Fernández.