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miércoles, 8 de febrero de 2012

Hasta siempre...



Porque tus acordes harán que toda la vida tenga música hoy y siempre...

Tengo demasiada tristeza como para escribir. Todas las palabras me parecen chicas, pero no podía dejar de hacer alusión a tu partida en este blog, que nació gracias a vos.

Gracias por tanto.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Oscuridad

La oscuridad se quiebra por esos bastones blancos con plumas de fuego. Mantengo la mirada fija en las velas y me hipnotiza ese movimiento casi imperceptible de la llama pequeña. Gotas acuosas caen por el tronco que sostiene la mecha y de a poco van formando un patrón sin lógica. La llama se tambalea, baila al son de una música que solo ella puede escuchar. Me atrae; no puedo quitar los ojos de ella. De pronto el tronco desaparece y queda un hilo negro flotando en cera líquida, caliente. La llama pelea por su vida, se mantiene amarilla y vívida…

…Hasta que la oscuridad vuelve a inundarlo todo.

lunes, 7 de febrero de 2011

Crónicas de una mañana burocrática

Hoy tuve que ir a hacer el trámite para sacar el certificado de antecedentes penales (o lo que comúnmente se conoce como “de buena conducta”) Desde ya aclaro que como todo (creo) bípedo terrestre, ODIO la burocracia. Me levanté más que temprano para llegar antes de las 7:30 (horario en que empiezan a repartir los 300 formularios del día) y ahí empezó mi mañana caótica. Llovía tímidamente y decidí que no me iba a hacer falta el paraguas (WRONG), tomé cualquier camino, por estúpida o por seguir un poco dormida (no estoy segura) y tardé mucho más de lo normal en llegar. Mientras hacía la cola, me di cuenta de que mi documento descansaba muy tranquilo en la mesada de mi casa y, tratando de no perder la calma, esperé hasta llegar a la ventanilla para ver si encontraba alguna solución. Del otro lado, el hombre era sorprendentemente simpático y se ofreció a reservarme un formulario para que yo busque el DNI y vuelva “No llegues más tarde de las 9, por favor” Schumacher un poroto al lado mío (como siempre, pensarán algunos). Volví a mi casa, que dicho sea de paso, queda en la otra punta de la ciudad, busqué el bendito documento que parecía mirarme burlón desde la mesada y emprendí el regreso, previa cargada de nafta (sí, porque encima ESO, se me había prendido la luz de reserva bien temprano a la mañana). Ya llovía con muchas más ganas y Agostina se estaba mojando de lo lindo. Volví a la ventanilla, el hombre me dio el formulario haciendo algún chiste que ya ni me acuerdo y me puse a completarlo para ir después a caja y abonar. ¿Alguien me puede explicar para qué sorcho necesitan saber mi estatura y por qué mierda te piden que escribas tu color de piel? El color de piel… posta que eso me dejó con la boca abierta, yo creo que se podría considerar como el acto más abiertamente discriminatorio. Por supuesto que ese casillero quedó en blanco (tomá, policía federal (?)) Tenía que esperar que me llamen para sacarme la foto y después para pintarme los dedos (otra cosa que no me agrada en lo absoluto). Dos horas esperé… mientras veía que la gente que había pagado después de mí pase y pase. Por estúpida (nuevamente) decidí no pararme a preguntar por qué yo seguía ahí, cuando se supone que van por orden de llegada, me pareció que había demasiada gente como para interrumpir y esperé pacientemente. HASTA que una señorita que llegó a las 11:25 se liberó a las 11:30 (yo estaba encerrada en el subsuelo de ese bendito y asqueroso lugar desde las 7:20) Ahí me levanté y resulta que mi formulario estaba ahí, que el señor me llamó un montón de veces. No, señor, no me llamó porque si no, no me estaría viendo la cara. ¿Se piensa que me encanta perder toda mi mañana en un lugar como éste? Ah, sí, es mi pasatiempo preferido. No le dije todo eso, pero algo parecido y sin el sarcasmo del final. En vez de demostrar mi profunda bronca, me largué a llorar por culpa de eso que nos vuelve estúpidas a las mujeres una vez al mes. En realidad se me hizo un nudo en la garganta y se me cayó mitad de una lágrima. Al resto las contuve porque no me gustaba la idea de convertirme en una anécdota graciosa para este policía. Me sacó la foto, me pintaron los dedos y llegó el momento en que tenía que limpiarme. Fui al baño, si es que puede llamársele baño a un cuartito de 2 x 2 con 3 bachas y ahí contemplé The Horror. Canillas abiertas, todas, con un chorrito constante. Lo primero que hice fue intentar cerrarlas. No pude. Las tres canillas abiertas. La misma cantidad de agua emanando de ellas. Los tres grifos trabados. No podía creerlo. Alguien había hecho eso adrede. Alguien había decidido muy inteligentemente que derrochar agua era lo más práctico. Claro, la gente no sabe abrir y cerrar grifos, hagamos el trabajo por ellos. Además, qué nos importa, el agua va y viene. Es una vergüenza y yo sigo sin poder creerlo. Ése es el ejemplo que da un organismo del gobierno. ¿Qué esperamos de los ciudadanos entonces? Qué pena me da la Argentina a veces. No me terminé de limpiar. Tenía partes negras todavía, pero no podía seguir siendo testigo de eso (no exagero, es muy fuerte lo que me provoca). Además quería llorar (o gritar) tranquila y necesitaba salir de ahí cuanto antes. Llovía aún más fuerte. Las gotas del cielo se confundían con las de mis ojos, afortunadamente. Me subí al auto y lloré un poco más. Después de unos minutos me sentía en calma y me alegré porque mi mañana estaba llegando a su fin.

lunes, 10 de enero de 2011

Doctor, doctor.

Necesito que alguien me explique mi condición: Estoy harta de la música. Yo, que no iba ni al baño sin alguna melodía de fondo. Ahora me da lo mismo. ¡Me da lo mismo! y hasta, a veces, me molesta. No tengo más esos antojos que solía tener. Me di cuenta de que la situación era peor de lo que pensaba porque tengo un viaje de 40 horas (en colectivo) por delante. Lo primero que hice fue poner 3 libros en mi cartera, pero después pensé que no me vendría mal revivir el mp3. El pobre es viejito, nunca tuve ganas de renovarme. De pedo le entran 80 temas, pero peor es nada, ¿no? La cuestión es que cuando buscaba entre mi música con qué podía alimentarlo, nada me llamaba. Antes, cuando hacía lo mismo, me quedaban 38490 temas afuera y editaba la lista 5 veces hasta que quedara fantástica. Hoy no me importó. El típico cartel me avisaba que estaba lleno y ahí estaba yo, entre las opciones "Reintentar" o "Cancelar". Apreté "Cancelar" y a otra cosa mariposa... Es grave. Es muy grave. Me siento mal. Quiero cura urgente.

sábado, 8 de enero de 2011

Hereafter

Desde hace unos días, los cordobeses tenemos la dicha de contar con otro cine en la ciudad. Alguien nos había conseguido 2x1 así que mis padres y yo teníamos la excusa perfecta para ir a conocerlo y, de paso, repetir una costumbre de sábados que se fue apagando con el tiempo: la de poder disfrutar de una película a la mañana, cuando no hay gente, y almorzar después en algún lugar de algún patio de comidas. Por supuesto que cuando estábamos a más de la mitad del camino, nos dimos cuenta de que habíamos dejado el 2x1 en el desayunador de casa, pero eso no nos hizo volver. Muy simpático el cine, muy prolijo y, lo que es mejor, muy vacío (nadie va a ver una película a las 11.45 de la mañana de un sábado) Parecía un derroche de energía tener una película marchando sólo para nosotros tres, pero ¿qué importa? Es la segunda vez que me pasa (La primera fue cuando vi una película francesa con una amiga de mi madre que se llama Hay un tonto en mi casa... y la sala para nosotras dos) Volviendo a la de hoy, una vez más, Clint demostró que sabe hacer películas. Y, curiosamente, el hereafter es un tema que me viene dando vueltas en la cabeza desde hace rato.

A veces está bueno esto de ser hija única.

domingo, 17 de octubre de 2010

Emotionally unstable.

Odio que la inspiración me inunde el alma en los momentos de más profunda oscuridad.

lunes, 19 de julio de 2010

Ineptitud elevada a la enésima potencia

El sistema pedorro de mi facultad ahora funciona. Recibí un mail que explicaba que oh, durante las vacaciones hubo un apagón, que la facultad estaba vacía por razones obvias y que entonces oh, no había nadie para solucionar el problema. Total, ¿qué importa que 50 infelices no puedan rendir un final hoy? ¿Qué es un final en la vida de un estudiante universitario? Nada, quédense tranquilos. Váyanse de vacaciones y dejen la facultad a merced de todos los problemas posibles. No pierdan un minuto de su tiempo de ocio en averiguar si las cosas están bien a pesar de su ausencia. Nooooo. Mirá si van a sentir responsabilidad hacia el trabajo por el que les pagan.

Ineptos.

viernes, 16 de julio de 2010

No es cualquier entrada

Era una mañana cualquiera, de un día cualquiera, de una semana cualquiera y hacía un frío cualquiera. Dos personas se detuvieron frente a la puerta de un bar cualquiera e hicieron caso a la orden pegada arriba de la manija. Aquel bar les regaló ese cálido resguardo por los minutos que les llevara acabarse el café con leche que iban a pedir una vez ubicados en una mesa cualquiera. Una moza los atendió. El pedido fue rápido, la exposición de facturas hizo fácil la elección. Hablaron de un tema cualquiera. No tenían apuro. El tiempo no los corría esta vez. La puerta se abría constantemente y le daba paso a una persona cualquiera... y a otra y a otra. Hasta que entró aquel niño, que no era cualquiera. Y se acercó a la mesa de aquellas dos personas que disfrutaban de la compañía mutua y del café con leche que calentaba sus estómagos. El niño fue a dar con él, que tampoco era cualquiera. Pidió... algo, no sé bien qué y tampoco tiene importancia. Enseguida él tocó su billetera y fue evidente que no quería darle plata (¿a dónde iría a parar lo que recaudara en el día?, había dicho alguna vez). Apoyó su mano sobre esa espalda débil y acercándose al oído pequeño, preguntó ¿Querés una factura? No hace falta hacer explícita cuál fue la respuesta del niño. Entonces él le pidió que lo acompañe hacia donde estaban en exposición un montón de facturas de las que el niño jamás imaginó poder elegir. La mano de él seguía apoyada cuidadosamente en la espalda del niño. Estaba un poco inclinado para no tener que hablarle desde arriba. Yo acabo de probar la de dulce de leche y es riquísima. No dijo gracias. Se fue. Ella sólo vio su espalda y su manito sosteniendo la factura que acababan de darle en una servilleta y no pudo evitar que los ojos se le inundaran de lágrimas. En todo momento la mirada de ella se posaba en él y después en el niño. Contemplaba con inmensa concentración lo que estaba pasando y disfrutaba hacerlo. Su corazón latía fuerte y sentía orgullo por la persona que hasta hacía unos minutos, estaba sentada frente a ella. Y allí volvía, como si no hubiese pasado nada. Como si lo que acababa de hacer no lo hubiese convertido en la mejor persona que ella había conocido jamás. Se sentó en la silla de la mesa cualquiera del bar cualquiera. Notó la humedad en las mejillas de ella y el agua en sus ojos; esos ojos que no dejaban de mirarlo. Él le devolvió una mirada con mezlca de dolor y humildad. Era lo que tenía que hacer... no hizo falta que lo diga.

Relato de un hecho verídico. Ciudad de Córdoba, 16 de julio de 2010.
Él se llama Matías.

viernes, 9 de julio de 2010

Agradable shock

"Un sueño posible" es el título más cursi y pedorro que podían haber elegido para traducir "The Blind Side". Se me acaba de cruzar esa idea por la cabeza, la escribí y ahora releo... cuánta razón tengo. Y lo peor de todo es que tampoco define la trama de la película; es más, me atrevería a afirmar que no tiene absolutamente nada que ver con la película. Tengo motivos que respaldan esta teoría, pero no voy a explayarme sobre ella por respeto a la gente que no la vio. Pero no fue esto lo que casi involuntariamente me impulsó a prender la computadora, iniciar sesión y empezar a escribir. Lo que me impulsó a hacer todo eso fue más bien lo que le da el título a esta entrada... Acabo de terminar de ver por segunda vez The Blind Side (me rehúso a llamar a esa película por su nombre en español, puaj) y movió muchas cosas en mí una vez más. Sigo en estado de shock, en su buen sentido de palabra. Es lindo saber que existen finales felices fuera de una pantalla que muestra pura ficción. Es inspirador saber que aún queda gente desinteresada en el mundo. Es increíble ver cómo una vida puede dar un giro totalmente inesperado. The Blind Side pasó a ser oficialmente mi película de cabecera, ésa que no me cansaría de ver. Ésa que debería tener siempre a mano en caso de olvidarme de lo que me propuse la primera vez que la vi. Sí. Pienso que debería haberían exisitir más Leigh Annes en este planeta...

domingo, 2 de mayo de 2010

No se puede esperar menos de un domingo

Tengo ganas de dejar volar mi creatividad con una cámara en la mano. De conocer paisajes nuevos y perderme en el tiempo en busca de la diversidad que el mundo tenga para ofrecerme. De pasar a la siguiente etapa. De no ahogarme en un vasito de agua; menos de alcohol. De descomprimir la mente. De preocuparme menos. De disfrutar más. De salir. De crecer. De días más largos. De poder no dormir. De ver todas las películas que quiero ver. De recuperar la memoria de hace unos años.
Y, a veces, hasta tengo ganas de volver a empezar, pero sabiendo cómo.

sábado, 30 de enero de 2010

¡EPEC y la punta que te partió!

Mientras mi padre se entona con Sabina, yo me recluto en mi habitación. Todavía no logro despegarme del mal humor que emepzó anoche a las 11, cuando mi casa quedó a oscuras por tercera vez en el día. No es tarea fácil conciliar el sueño cuando las gotas de sudor te hacen cosquillas en el cuello, cuando ni siquiera podés apoyar la cabeza en la almohada porque te da calor y cuando, consecuentemente, comenzás a sufrir de tortícolis por las extrañas posiciones que lográs inventar para estar en contacto con la sábana lo menos posible. Sin ventilador y con 40° no se puede dormir y así fue como terminé en la hamaca paraguaya de afuera, a la luz de la luna y las estrellas, disfrutando de la brisa fresca que jugaba con mi pelo y me hacía cosquillas en la cara. Aún así me ca(r)go en este pu(n)to calor y en los cortes de luz de miér*coles (y de lunes, martes, jueves y viernes)
Cortes programados, ¡¡¡LAS PELOTAS!!!

martes, 29 de diciembre de 2009

Antonin

Digamos que siempre fui de esas a las que les aterra manejar cuando llueve torrencialmente. Hoy fue la excepción. Antes de que empezara a gotear, sonaba en el auto Artaud, uno de los mejores discos de Pescado. Cuando volvía a casa, la temperatura en el interior del auto, producto del aire acondicionado puesto al mínimo, contrastaba con la humedad y la pesadez que me mostraba el parabrisas. Y la voz de Spinetta completaba el ambiente, sólo que esta vez, estaba acompañada de gotas que golpeaban con gran fuerza las chapas del auto y conformaban un particular coro de fondo.

La velocidad, la frescura, la música, el llorar del cielo y su sonido tan particular, contribuyeron a que esa vuelta a casa sea una de las más placenteras...

lunes, 30 de noviembre de 2009

¡Felisa, me muero!

No pregunten por qué, pero desde que tengo uso de razón (y memoria) mi familia acostumbró a festejar la llegada de los años nuevos con una tradición, me explicaron, española: comer 12 uvas antes de que el reloj marque las 00:00. Mi abuela hace sonar una pequeña campana y tras oír el ruido, uno tiene que comenzar a desmenuzar el fruto redondo a la vez que pronuncia en su cabeza el deseo número 1, luego el 2, luego el 3, y así sucesivamente. Hoy, en uno de esos tantos momentos en que el mundo se congela para mi mente, que sólo puede prestarle atención a lo que piensa, llenaron mi cabeza un sinnúmero de deseos que deseo (valga la redundancia) para el 2010. Y me pregunté si una docena de uvas me alcanzarían. Nunca fui organizada para el tema de la ingestión, seguida del pedido, y suelo tener que apurarme para alcanzar al resto, escapándoseme así, algún que otro deseo. Es por eso que hoy decidí hacer lo que nunca hice hasta ahora: confeccionar una lista para que nada quede afuera (o al menos no lo más importante). Claro que la lista no va a ser pública porque, de serlo, los deseos no se cumplirían... y lo pienso yo, que soy lo menos supersticiosa que viene en cuerpo humano.

Me salió el tiro por la culata

Resulta que hoy, después de despotricar en contra de la computadora que me tiene harta con sus ya-no-tan atrapantes vicios, como ser Messenger, Facebook, y (en menorsísima medida) el Blog, llegó un momento del día en que tuve que hacer tiempo y me vi atrapada por lo que fue motivo de mis quejas horas más temprano. "Es tan lindo desenchufarte y dejar de estar pendiente de la computadora" (sic). Pero es que mi madre chocó a un perro por segunda vez en tres meses (aproximadamente) y tuve que ir en su rescate para evitar que gaste una fortuna en taxi. Tristemente, pero para nuestro alivio, los objetos de sus karmas van disminuyendo en tamaño (considerablemente): un tiempo fueron taxis, luego motos y, hoy, son perros. El primer perro que chocó fue a dar con su capot, después de que un auto se lo llevara bien puesto. (Lo que es estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, ¿no?). En el caso del segundo, la historia fue al revés. Pobre, ¿qué sabía él (digo "él", pero en realidad no sé de qué sexo era y digo "era" porque por las descripciones que dio mi progenitora, estoy 99,9% segura de que no se salvó) que la circunvalación es peligrosa y que los autos suelen alcanzar velocidades de hasta 200 kph? (Claro que mi madre no superaba los 110, como buena acatadora de reglas de tránsito que es). En fin, ¿en qué estaba? Ah, sí (me fui un poquito por las ramas). Decía que tuve que hacer tiempo para ir a rescatar a mi madre en el momento en que ella así me lo ordenara. Y hasta entonces, decidí divagar por blogs. Encontré cosas muy interesantes que me mantuvieron despierta hasta las 2 de la mañana (todas ellas aparecen en mi "Jardín de gente"). Recomiendo que pasen y vean. He aquí dos adelantos: The Power of a Good Story (Apto para todo público. Es decir, entendedores y no entendedores del inglés) y Messenger (También APT).

Sí, es ciero. El formato texto es más común en los blogs, pero éstos videos son dignos de ser compartidos. Y por supuesto que también encontré textos de lo más ingeniosos, pero no tengo ganas de seleccionar ejemplos. En fin, ahora debería ir a dormir. Mañana voy a invocar un diluvio* y para eso, necesito estar descansada.


*Entiendasé por "invocar un diluvio" "acomodar mi habitación".

Buenas madrugadas.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Gracias, alma despistada

Todo bípedo que habite la ciudad de Córdoba y que utilice un vehículo particular como medio de transporte sabrá que estacionar en la zona céntrica de la mencionada ciudad no es tarea fácil. No sólo por el tráfico y la superpoblación de autos en las calles en las que el estacionamiento está permitido, sino porque además escasean las monedas y los parquímetros elitistas sólo aceptan de un peso o de cincuenta. Cuando buscás monedas en tu bolsillo, cartera, monedero y/o cenicero del auto y te das cuenta de que son todas de 25, te querés matar. Te armás de paciencia y empezás a recorrer los 5 quioscos que tenés medianamente cerca y, con tu mejor cara, pedís monedas para el parquímetro. O, con una estrategia mucho más inteligente, comprás una tableta de chicles Topline con un billete de dos pesos, rogando que el vuelto tenga la forma de la tan preciada moneda que estás necesitando. Y no, después de que el quiosquero te pregunta si tenés cambio y de que vos le mentís descaradamente "Mmm... no, la verdad, nada de monedas", ves que su mano se acerca a la tuya sosteniendo un par de monedas cuyo valor no alcanzás a descifrar y pensás "que sean de 50, que sean de 50", pero no. En la palma de tu mano, resplandece el metal, a veces plateado o a veces dorado, de un par de victoriosas monedas de 25 que parecen mirarte burlonas. "Bueno", pensás, "con monedas de 25, es más factible que alguien se apiade de mí y me las cambie por unas de 50". Y, finalmente, 5, 10, 15 o 20 minutos más tarde, lográs introducir las monedas que corresponden para comprar tu porción de tiempo de las calles del centro de Córdoba (eso cuando el parquímetro no te la escupe como diciendo "nena, la monedita es falsa". O cuando ni siquiera la escupe y vos te quedás ahí parada, rindiéndote ante la cruel derrota por haber perdido para siempre aquellas monedas que tanto te costaron conseguir).
Por todo eso tiene que pasar un simple ciudadano cuando hace una excursión al centro. La próxima vez, dejás el auto en tu casa y te tomás un colectivo, que seguro renegás menos.
Mi madre y yo nos vimos eximidas de tal trajín un par de días atrás. Entre las dos logramos reunir lo necesario para una hora y media de estacionamiento. El parquímetro aceptó nuestras monedas sin quejas y pudimos continuar con nuestros quehaceres, sabiendo que tal vez íbamos a necesitar agregar más monedas al cabo de la hora y media; monedas que ya teníamos en nuestro haber. Pero, para nuestra sorpresa, no hizo falta. Cuando llegamos a donde estaba el auto, nuestro parquímetro marcaba una hora más de la que debería haber marcado. Como el auto de atrás no era el mismo que estaba cuando nosotras estacionamos y su parquímetro también había sido alimentado, mi conclusión fue que el señor o la señora, en un minuto de despiste, introdujo monedas en el parquímetro equivocado. A quién sea que haya sido, ¡gracias!

viernes, 25 de septiembre de 2009

Subjetividad cero

Yo entiendo eso de que las interpretaciones completan al texto. Perfectamente lo entiendo. Y también entiendo que con las interpretaciones hay una carga de subjetividad importante: cada uno lo hace a su manera; cada uno atribuye a cada palabra, a cada punto y a cada coma, un significado diferente. Y, si bien creo que ésa es una de las magias de la escritura, debo decir que a veces odio el poder de la interpretación. A veces detesto que una palabra atada a un concepto, genere otro totalmente distinto en la persona que se topa con los textos en los que esa palabra está delimitada. Y sí, uno es libre de interpretar lo que quiera como se le plazca, pero ¿por qué distorsionar mis palabras? No lo merecen. Hoy tengo ganas de escribir acerca de él. Y ustedes no saben quién es él y yo no tengo ganas de especificarlo. Entonces pueden pensar que él es mi novio, un hermano, un tío, mi abuelo, y hasta mi perro. (Claro que aquellos que me conocen realizarán una interpretación en base a la lógica que los caracteriza: de mi perro no puedo estar hablando porque aunque operada de sus órganos reproductores, mi mascota sigue siendo nena) En fin, decía que tenía ganas de escribir acerca de él. No interpreten, no saquen conclusiones, no lean. Él empequeñece mis sonrisas, mi alma; y no porque tal sea su objetivo, si no porque yo se lo permito. No quiero hacerlo culpable de mis debilidades, como ayer; no hoy y tampoco mañana. No quiero sentir que nada nos une cuando en verdad, estamos ligados por leyes primeras. No quiero que sea ajeno a mi vida y ser ajena a la suya (aunque a veces sí), pero ¿cómo cambiarlo? Y de ser posible, ¿sería voluntario? No quiero que sea objeto de mis catarsis o culpable de mis llantos. No quiero que sea una sombra, una actuación mal lograda. Quiero que sea presencia, figura importante. Es mucho pedir, pero en realidad no pido nada: sólo una brisa que renueve el aire, una próxima etapa. Sólo desvanecer el resentimiento, así sin más. Y así, sin más, es que dejo de seguir encadenando palabras... porque esta vez, como pocas, no logran alivianar la carga. Se anula la catarsis.

martes, 22 de septiembre de 2009

¿?

¿Y qué se hace con ese llanto pasivo que no logra activarse en lágrimas,
con esa mente que gira, gira y gira hasta marear al sentimiento,
con la (a veces no tan) grata incertidumbre,
con el cosquilleo,
con el miedo?
¿Qué se hace con la confusión,
con el deseo de saber y no saber al mismo tiempo,
con las palabras atragantadas,
con las palabras apresuradas,
con el tiempo encapsulado en relojes?
¿Qué se hace con vos y conmigo,
pero más conmigo que con vos,
con el dolor que aún molesta,
con el futuro que no llega?
¿Qué se hace con el hoy,
cuando hay mucho ayer
y poco mañana?
¿Qué se hace cuando hay sólo preguntas y nada de respuestas?

jueves, 10 de septiembre de 2009

Frío

Esas gotitas redondas, sin pudor y sin piedad, le humedecían el rostro. El aire frío le golpeaba el cuerpo, contribuyendo con su malestar físico y emocional. La idea de un lugar cálido no la soltaba y ella se perdía entre la angustia y los deseos de desaparecer. El frío comenzaba, ahora, a congelar los hilos que formaba el agua de lágrimas en su mejilla, a la vez que una cadena de sensaciones ridículas se engranaban, inevitablemente, dentro suyo. A su alrededor todo parecía irreal y el cansancio la ofuscaba. No veía la hora de perderse en lo onírico, en lo utópico. De perderse y no encontrarse hasta haber eliminado cualquier rastro de pesadez...

martes, 8 de septiembre de 2009

Monday, Bloody Monday

Mi lunes fue una cachetada que gráfica y dolorosamente expresó "tu fin de semana se acabó". La facultad me recibió con una interesante clase de Lingüística de la que no entendí ni J y puso en evidencia mi gran necesidad de ponerme al día con la lectura del aburrido manual (lectura que no podrá ser efectuada hasta que termine con un bendito trabajo que tengo que entregar el viernes). Salí de la facultad sintiendo esa pesadez de las obligaciones varias que me esperaban al llegar a mi casa y cuando subí al auto recién bombardeado por desechos de un pájaro (o dos) con aparentes problemas intestinales, supe que a mis obligaciones se le sumaba ahora el tener que deshacerme de esas manchas que arruinaban la pulcritud del vehículo. Sí, ya sé, ¿cuánto puede llevarte limpiar eso? No es para tanto. Y no, no fue para tanto, pero tampoco fue fácil porque esos adorables animales se encargaron de que sus necesidades caigan decorativamente, abarcando la mayor cantidad de superficie posible. Y no quiero causarles repulsión, pero había partes terriblemente adheridas y otras terriblemente frescas (¿se entiende?). Cuestión que cuando había dado por concluída mi tarea, volví a prestarle especial atención a algo que parecía suciedad, pero en realidad era la pintura saltada, como si alguien le hubiese dado golpecitos al espejo retrovisor con un elemento punzante repetidas veces. Antes de entrar en cólera por buscar posibles culpables, me metí adentro y me puse a preparar el almuerzo. Entonces recibo un llamado de mi madre que necesitaba que fuera a buscar a su amiga a no-sé-dónde (en realidad sí sé, pero no tengo ganas de explicarlo) porque no entraba en el auto de ella. Comí lo más rápido que pude porque, a pesar de no estar para nada contenta de tener que salir de mi casa y perder tiempo en la ida y vuelta, odio hacer esperar a la gente (así como odio que me hagan esperar a mí, sobre todo cuando tengo cosas que hacer) Llegué al lugar indicado por mi madre dos minutos antes de lo previsto. Puse balizas, apagué el motor, me llené de paciencia y volví a encender la radio que me mostró el cartelito "on 20 min". Pasaron 5 minutos y nada... Pensé en llamar a mi madre, pero me dije a mí misma que no podía ser tan impaciente. 3 minutos después:
M.: ¿Ya saliste de casa?
Yo: Sí, mamá, ya estoy acá.
M.: ¡Ay! Mi amiga no fue al colegio, al final no viene.
Silencio.
M.: Volvete.
Yo: Sí.
Jamás contesté tan cortantemente. Me hubiese encantado que mi madre vea mi cara, pero escucharla con esa voz de "perdón hija, no me odies" hizo que no le grite con todas mis fuerzas. Volví a mi casa con una bronca que ni contar hasta un millón podía apaciguar y resignada a la idea de que mi lunes no iba a mejorar... Y no mejoró, pero afortunadamente, tampoco empeoró.

miércoles, 29 de julio de 2009

Una visita siempre insoportable

Malvenido seas, Mal Humor. Nadie te quiere aquí sin una causa justa (y ¿para qué negarlo?: con, tampoco), pero ya que tercamente te inmiscuyes, abres la puerta, pasas y te quedas, no puedo más que rogar que desaparezcas cuando llegue la mañana y, mientras tanto, fingiré no notar tu presencia perdiéndome en la realidad de otro mundo (un ayer, un libro, un mañana) y cuando más no lo espere, cerraré los ojos para alejarme de la tierra de los despiertos y de pronto encontrarme en un lugar al que jamás se te permitirá la entrada. Por la mañana, me perfumaré de optimismo para olvidar tu estadía y no tendrás cabida en mi día ordinario.