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domingo, 17 de octubre de 2010

Emotionally unstable.

Odio que la inspiración me inunde el alma en los momentos de más profunda oscuridad.

viernes, 9 de julio de 2010

Agradable shock

"Un sueño posible" es el título más cursi y pedorro que podían haber elegido para traducir "The Blind Side". Se me acaba de cruzar esa idea por la cabeza, la escribí y ahora releo... cuánta razón tengo. Y lo peor de todo es que tampoco define la trama de la película; es más, me atrevería a afirmar que no tiene absolutamente nada que ver con la película. Tengo motivos que respaldan esta teoría, pero no voy a explayarme sobre ella por respeto a la gente que no la vio. Pero no fue esto lo que casi involuntariamente me impulsó a prender la computadora, iniciar sesión y empezar a escribir. Lo que me impulsó a hacer todo eso fue más bien lo que le da el título a esta entrada... Acabo de terminar de ver por segunda vez The Blind Side (me rehúso a llamar a esa película por su nombre en español, puaj) y movió muchas cosas en mí una vez más. Sigo en estado de shock, en su buen sentido de palabra. Es lindo saber que existen finales felices fuera de una pantalla que muestra pura ficción. Es inspirador saber que aún queda gente desinteresada en el mundo. Es increíble ver cómo una vida puede dar un giro totalmente inesperado. The Blind Side pasó a ser oficialmente mi película de cabecera, ésa que no me cansaría de ver. Ésa que debería tener siempre a mano en caso de olvidarme de lo que me propuse la primera vez que la vi. Sí. Pienso que debería haberían exisitir más Leigh Annes en este planeta...

martes, 29 de diciembre de 2009

Antonin

Digamos que siempre fui de esas a las que les aterra manejar cuando llueve torrencialmente. Hoy fue la excepción. Antes de que empezara a gotear, sonaba en el auto Artaud, uno de los mejores discos de Pescado. Cuando volvía a casa, la temperatura en el interior del auto, producto del aire acondicionado puesto al mínimo, contrastaba con la humedad y la pesadez que me mostraba el parabrisas. Y la voz de Spinetta completaba el ambiente, sólo que esta vez, estaba acompañada de gotas que golpeaban con gran fuerza las chapas del auto y conformaban un particular coro de fondo.

La velocidad, la frescura, la música, el llorar del cielo y su sonido tan particular, contribuyeron a que esa vuelta a casa sea una de las más placenteras...

lunes, 30 de noviembre de 2009

¡Felisa, me muero!

No pregunten por qué, pero desde que tengo uso de razón (y memoria) mi familia acostumbró a festejar la llegada de los años nuevos con una tradición, me explicaron, española: comer 12 uvas antes de que el reloj marque las 00:00. Mi abuela hace sonar una pequeña campana y tras oír el ruido, uno tiene que comenzar a desmenuzar el fruto redondo a la vez que pronuncia en su cabeza el deseo número 1, luego el 2, luego el 3, y así sucesivamente. Hoy, en uno de esos tantos momentos en que el mundo se congela para mi mente, que sólo puede prestarle atención a lo que piensa, llenaron mi cabeza un sinnúmero de deseos que deseo (valga la redundancia) para el 2010. Y me pregunté si una docena de uvas me alcanzarían. Nunca fui organizada para el tema de la ingestión, seguida del pedido, y suelo tener que apurarme para alcanzar al resto, escapándoseme así, algún que otro deseo. Es por eso que hoy decidí hacer lo que nunca hice hasta ahora: confeccionar una lista para que nada quede afuera (o al menos no lo más importante). Claro que la lista no va a ser pública porque, de serlo, los deseos no se cumplirían... y lo pienso yo, que soy lo menos supersticiosa que viene en cuerpo humano.

Me salió el tiro por la culata

Resulta que hoy, después de despotricar en contra de la computadora que me tiene harta con sus ya-no-tan atrapantes vicios, como ser Messenger, Facebook, y (en menorsísima medida) el Blog, llegó un momento del día en que tuve que hacer tiempo y me vi atrapada por lo que fue motivo de mis quejas horas más temprano. "Es tan lindo desenchufarte y dejar de estar pendiente de la computadora" (sic). Pero es que mi madre chocó a un perro por segunda vez en tres meses (aproximadamente) y tuve que ir en su rescate para evitar que gaste una fortuna en taxi. Tristemente, pero para nuestro alivio, los objetos de sus karmas van disminuyendo en tamaño (considerablemente): un tiempo fueron taxis, luego motos y, hoy, son perros. El primer perro que chocó fue a dar con su capot, después de que un auto se lo llevara bien puesto. (Lo que es estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, ¿no?). En el caso del segundo, la historia fue al revés. Pobre, ¿qué sabía él (digo "él", pero en realidad no sé de qué sexo era y digo "era" porque por las descripciones que dio mi progenitora, estoy 99,9% segura de que no se salvó) que la circunvalación es peligrosa y que los autos suelen alcanzar velocidades de hasta 200 kph? (Claro que mi madre no superaba los 110, como buena acatadora de reglas de tránsito que es). En fin, ¿en qué estaba? Ah, sí (me fui un poquito por las ramas). Decía que tuve que hacer tiempo para ir a rescatar a mi madre en el momento en que ella así me lo ordenara. Y hasta entonces, decidí divagar por blogs. Encontré cosas muy interesantes que me mantuvieron despierta hasta las 2 de la mañana (todas ellas aparecen en mi "Jardín de gente"). Recomiendo que pasen y vean. He aquí dos adelantos: The Power of a Good Story (Apto para todo público. Es decir, entendedores y no entendedores del inglés) y Messenger (También APT).

Sí, es ciero. El formato texto es más común en los blogs, pero éstos videos son dignos de ser compartidos. Y por supuesto que también encontré textos de lo más ingeniosos, pero no tengo ganas de seleccionar ejemplos. En fin, ahora debería ir a dormir. Mañana voy a invocar un diluvio* y para eso, necesito estar descansada.


*Entiendasé por "invocar un diluvio" "acomodar mi habitación".

Buenas madrugadas.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Gracias, alma despistada

Todo bípedo que habite la ciudad de Córdoba y que utilice un vehículo particular como medio de transporte sabrá que estacionar en la zona céntrica de la mencionada ciudad no es tarea fácil. No sólo por el tráfico y la superpoblación de autos en las calles en las que el estacionamiento está permitido, sino porque además escasean las monedas y los parquímetros elitistas sólo aceptan de un peso o de cincuenta. Cuando buscás monedas en tu bolsillo, cartera, monedero y/o cenicero del auto y te das cuenta de que son todas de 25, te querés matar. Te armás de paciencia y empezás a recorrer los 5 quioscos que tenés medianamente cerca y, con tu mejor cara, pedís monedas para el parquímetro. O, con una estrategia mucho más inteligente, comprás una tableta de chicles Topline con un billete de dos pesos, rogando que el vuelto tenga la forma de la tan preciada moneda que estás necesitando. Y no, después de que el quiosquero te pregunta si tenés cambio y de que vos le mentís descaradamente "Mmm... no, la verdad, nada de monedas", ves que su mano se acerca a la tuya sosteniendo un par de monedas cuyo valor no alcanzás a descifrar y pensás "que sean de 50, que sean de 50", pero no. En la palma de tu mano, resplandece el metal, a veces plateado o a veces dorado, de un par de victoriosas monedas de 25 que parecen mirarte burlonas. "Bueno", pensás, "con monedas de 25, es más factible que alguien se apiade de mí y me las cambie por unas de 50". Y, finalmente, 5, 10, 15 o 20 minutos más tarde, lográs introducir las monedas que corresponden para comprar tu porción de tiempo de las calles del centro de Córdoba (eso cuando el parquímetro no te la escupe como diciendo "nena, la monedita es falsa". O cuando ni siquiera la escupe y vos te quedás ahí parada, rindiéndote ante la cruel derrota por haber perdido para siempre aquellas monedas que tanto te costaron conseguir).
Por todo eso tiene que pasar un simple ciudadano cuando hace una excursión al centro. La próxima vez, dejás el auto en tu casa y te tomás un colectivo, que seguro renegás menos.
Mi madre y yo nos vimos eximidas de tal trajín un par de días atrás. Entre las dos logramos reunir lo necesario para una hora y media de estacionamiento. El parquímetro aceptó nuestras monedas sin quejas y pudimos continuar con nuestros quehaceres, sabiendo que tal vez íbamos a necesitar agregar más monedas al cabo de la hora y media; monedas que ya teníamos en nuestro haber. Pero, para nuestra sorpresa, no hizo falta. Cuando llegamos a donde estaba el auto, nuestro parquímetro marcaba una hora más de la que debería haber marcado. Como el auto de atrás no era el mismo que estaba cuando nosotras estacionamos y su parquímetro también había sido alimentado, mi conclusión fue que el señor o la señora, en un minuto de despiste, introdujo monedas en el parquímetro equivocado. A quién sea que haya sido, ¡gracias!

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Desarrollando léxico

Intenté enseñarle a decir palabras. Él miraba mi boca como intentando descifrar los movimientos, pero no lograba mover la suya. Es tal la concentración con la que me mira que sé que pronto va a hablar para decir todo lo que calló hasta ahora.

domingo, 8 de noviembre de 2009

¿Dos veces bueno?

Lo bueno, si breve, dos veces bueno - suele decir mi madre. Creo que desde el primer momento en que esas palabras llegaron a mis oídos, empecé a buscarles el sentido que encerraban. Si algo es bueno, ¿por qué debería ser breve? (Cabe destacar que eso fue una pregunta retórica ya que no busco respuestas. Respuestas que yo misma podría darme, pero simplemente no quiero). Este fin de semana fue bueno (y digo "bueno" para ajustarlo a la frase, porque en realidad el "bueno" es demasiado poco adjetivo) y el hecho de haber sido breve NO lo hizo doblemente ese demasiado poco adjetivo, en absoluto.
Una vez más compruebo que esa frase no tiene cabida en mi sistema ideológico.

viernes, 25 de septiembre de 2009

En casa nos decimos agnósticos

Hermana: Ma, viste que yo me había santificado, ¿no?
Madre: Sí.
Hermana: Pero me acordé de que ayer lo insulté a Manu.
Madre: ¡Aaaah, pero lo tenía bien merecido! Yo te absuelvo, hijita. Ni reces el Padre Nuestro.

lunes, 31 de agosto de 2009

Madre al teléfono

-Hola, ¿está Jesús?

Y se me ocurrió un sinfín de respuestas en cuestión de microsegundos.
Debería existir una Oficina Aprobadora de Nombres por la cual todos los padres tengan la obligación de pasar antes de anotar a sus hijos.

Hablalo con mi abogado, una novela de Diego E. Gualda

Resulta que empecé un libro que es tan atrapante como dibujito animado a los 5 años. A mi madre le entró por los ojos (por eso lo compró) y le salió por la boca en forma de interminables e insistentes recomendaciones (por eso lo estoy leyendo yo ahora). Debería liquidarlo de una sentada hoy mismo y continuar con mi vida en paz.

Tristemente paradójico

-¿Hay respuestas?
-No

sábado, 29 de agosto de 2009

Ni dos dedos de frente

No hace falta ser un Einstein para darse cuenta de que
tirar un cigarrillo prendido (!)
por la ventanilla de un auto
a la ruta
un día como hoy
no está bueno.

martes, 21 de julio de 2009

Hablando de ocultar verdades...

Las mentiras piadosas son, al fin y al cabo, igual de mentira y fingir es casi tan desgastante como cuatro horas de estudio sin recreos; pero cuando no queda otra, no queda otra.
-¡No sabía que veníiiiiiiiias!
(Pfffffff)
Basta de sorpresas por este año, por favor. Mi ansiedad no lo resiste.

sábado, 30 de mayo de 2009

Nótese el uso del posesivo

Cada uno debe hacerse cargo de sus dolores, de sus pérdidas y ganancias, de sus conquistas, de sus sonrisas, de sus lágrimas. De su perdón, de su olvido. De sus convicciones, de sus dudas. De su libertad y de sus ganas de aprovecharla, vivirla, disfrutarla. El resto, lo que no se posee, debería ser una mera piedra en el zapato que en el momento en que empiece a molestar podamos sacudir. Sacudirla para dejar de responsabilizarnos por su existencia y concentrarnos en la nuestra. Ver la molestia en el suelo, pequeña, insignificante... y comenzar, lentamente, a alejarnos de ella hasta que ya no podamos distinguirla del resto. No hay más ciencia, ni teorías.

jueves, 16 de abril de 2009

El ruido del paso del tiempo

"Como dijiste vos, 'no se puede parar el tiempo'… Sí se podía parar ese reloj que me estaba alterando un poquito los nervios porque cada vez que escuchaba que las bolitas hacían ¡trrrrrrrr pa pa TAC! sentía como que era un martillo, ¿no? Porque encima que uno sufre con el paso del tiempo, peor es cuando el paso del tiempo hace ruido, ¿entendés? Porque si no hiciera ruido por lo menos uno no se da cuenta del paso del tiempo, pero cuando hace ruido, sí. Es como que el relojito te está diciendo acordate de que cayó otro minuto, acordate de que cayó otro minuto… acordate de que ahora ya son cinco, ¿entendés? Y ése es el problema… que te estén recordando que el tiempo pasa... como cuando yo me miro al espejo y me veo las dos canas y me acuerdo de que ya no soy más el de antes, de que tenía un pelo morocho brillante, espectacular."

-Fragmento de una filmación de las ocurrencias de un tal Sr. Fernández.

miércoles, 8 de abril de 2009

Señor/a conductor/a:

He aquí un dato curioso acerca del guiño...

Usarlo, y en lo posible usarlo bien (el de la izquierda cuando se quiere doblar a la izquierda y el de la derecha cuando se quiere doblar a la derecha) no le hace mal a nadie. Si usted creía lo contrario, abra su billetera, busque una tijera, agarre su carnet y córtelo en pedacitos. ¡Por su bien y el de los demás seres que habitan el planeta!

Muchas gracias.

jueves, 12 de marzo de 2009

El grito de mi (in)consciencia

Mi noche empezó acompañada de ganas de escribir (deseando un poco también esa inspiración que complementa a las ganas y que rara vez ocurre en simultáneo). Un poco a modo de catarsis y un poco... no, sólo a modo de catarsis... últimamente es lo único que me impulsa a escribir. Poco tengo yo de habilidad para escribir con propósitos que van más allá del egoismo, como ser: hacer reír o dar a conocer, entre otros. Y hablo de egoismo porque en lo que a mí me concierne, la única que saca provecho de esto soy yo. A no ser, claro, que a los supuestos lectores de mis palabras les provoque algún tipo de placer ser partícipes pasivos de mis catarsis. Bueno, y ¿a qué venía todo esto? Ah, sí. A la catarsis del día de hoy. Rsulta que desde que escribí aquella pregunta que ocupó un entrada en este blog, me quedé pensando en la respuesta. Porque claro está que hubo algo que generó que la escriba en ese momento, pero también es cierto que no me pasó sólo esa vez. Y es francamente molesto.

Hay refelxiones que sólo existen para mí y que me llevan a conclusiones con las cuales me siento tranquilamente satisfecha, por decirlo de alguna manera... pero después tengo esa maldita necesidad o costumbre de hacerlas voz y... es el fin. Las reflexiones se liberan y flotan en el aire. Todo toma otra perspectiva: lo pequeño se hace gigante y se suma una opinión o dos o tres y más pensamientos se empujan entre sí para hacerse paso entre las conclusiones que quedan acorraladas, allá, entre sus propias refutaciones que las transforman en pseudo-conclusiones borrosas, inválidas y carentes de peso. Todo un sistema de autoconvencimiento se derrumba y mi vulnerabilidad está más latente que nunca: al dudar de lo que pienso, pierdo mi propia perspectiva generadora de seguridad. Maldita voz. Voz que no cumple otro propósito que el de debilitarme...

¿Quién iba a pensar que mi mayor enemigo no es más que el grito de mi (in)consciencia?


martes, 3 de marzo de 2009

¿Alguna vez te pasó eso de tener algo adentro y no darte cuenta realmente hasta que pudiste decirlo en voz alta?

miércoles, 18 de febrero de 2009

Into the Wild


Odio mucho las recomendaciones de películas que generan una expectativa inevitable. Expectativas que raramente se cumplen, arruinando así verdaderas obras de arte. Y dado que hay muchos factores que influyen a los sentidos cuando de ver películas se trata, es importante tener en cuenta que algo que me voló la cabeza a mí, puede disgustarte por completo a vos. Así que voy a limitarme a decir que anoche vi Into the Wild y que no podría empezar a describir lo que me provocó porque todavía estoy en el proceso de digestión cinematográfica (?), pero objetivamente puedo decir que las actuaciones son impresionantes y que el director sabía lo que hacía. Véanla, no se las recomiendo.