miércoles, 30 de septiembre de 2009

Boluda total

Hoy, ahora, en este momento, siento que exploto. No porque tenga el estómago lleno, no; sino porque siento que estoy tragando palabras. Y llega un punto en el que se atoran en mi garganta y me hacen sentir lo que se asemejaría a un nudo imposible de desatar. Hay cosas que me molestan, y mucho. Pero sé que al decirlas nada va a cambiar, nada. Entonces, ¿para qué decirlas? ¿Qué gano yo con que ella lo sepa? ¿Qué pierdo yo, qué pierde ella? No piensa ni siente como yo y tampoco lo intenta. No mide sus palabras, ni sus actos. Pero dice reproches y críticas y erróneas conclusiones, sin importarle el impacto. Y yo, carente de seguridad, acepto todo y lo trago y me hago pequeña con cada palabra suya, con cada lágrima mía. Me callo por insegura y maldigo no haber elaborado un mínimo de rebeldía a lo largo de los años. Me autotitulo… boluda. Soy consciente, pero no puedo escapar de esa boludez. Crecí con eso y en eso me siento esencia. Romper los esquemas sería perder una parte de mí. Y, si bien, no sería la mejor parte, ¿cómo hacérmelo entender?

¡Ah! Basta de sentir

Me refugio en esto que digo y en lo que callo, porque la ausencia de alguien presente es aún más traumática que la ausencia pura.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Subjetividad cero

Yo entiendo eso de que las interpretaciones completan al texto. Perfectamente lo entiendo. Y también entiendo que con las interpretaciones hay una carga de subjetividad importante: cada uno lo hace a su manera; cada uno atribuye a cada palabra, a cada punto y a cada coma, un significado diferente. Y, si bien creo que ésa es una de las magias de la escritura, debo decir que a veces odio el poder de la interpretación. A veces detesto que una palabra atada a un concepto, genere otro totalmente distinto en la persona que se topa con los textos en los que esa palabra está delimitada. Y sí, uno es libre de interpretar lo que quiera como se le plazca, pero ¿por qué distorsionar mis palabras? No lo merecen. Hoy tengo ganas de escribir acerca de él. Y ustedes no saben quién es él y yo no tengo ganas de especificarlo. Entonces pueden pensar que él es mi novio, un hermano, un tío, mi abuelo, y hasta mi perro. (Claro que aquellos que me conocen realizarán una interpretación en base a la lógica que los caracteriza: de mi perro no puedo estar hablando porque aunque operada de sus órganos reproductores, mi mascota sigue siendo nena) En fin, decía que tenía ganas de escribir acerca de él. No interpreten, no saquen conclusiones, no lean. Él empequeñece mis sonrisas, mi alma; y no porque tal sea su objetivo, si no porque yo se lo permito. No quiero hacerlo culpable de mis debilidades, como ayer; no hoy y tampoco mañana. No quiero sentir que nada nos une cuando en verdad, estamos ligados por leyes primeras. No quiero que sea ajeno a mi vida y ser ajena a la suya (aunque a veces sí), pero ¿cómo cambiarlo? Y de ser posible, ¿sería voluntario? No quiero que sea objeto de mis catarsis o culpable de mis llantos. No quiero que sea una sombra, una actuación mal lograda. Quiero que sea presencia, figura importante. Es mucho pedir, pero en realidad no pido nada: sólo una brisa que renueve el aire, una próxima etapa. Sólo desvanecer el resentimiento, así sin más. Y así, sin más, es que dejo de seguir encadenando palabras... porque esta vez, como pocas, no logran alivianar la carga. Se anula la catarsis.

En casa nos decimos agnósticos

Hermana: Ma, viste que yo me había santificado, ¿no?
Madre: Sí.
Hermana: Pero me acordé de que ayer lo insulté a Manu.
Madre: ¡Aaaah, pero lo tenía bien merecido! Yo te absuelvo, hijita. Ni reces el Padre Nuestro.

martes, 22 de septiembre de 2009

¿?

¿Y qué se hace con ese llanto pasivo que no logra activarse en lágrimas,
con esa mente que gira, gira y gira hasta marear al sentimiento,
con la (a veces no tan) grata incertidumbre,
con el cosquilleo,
con el miedo?
¿Qué se hace con la confusión,
con el deseo de saber y no saber al mismo tiempo,
con las palabras atragantadas,
con las palabras apresuradas,
con el tiempo encapsulado en relojes?
¿Qué se hace con vos y conmigo,
pero más conmigo que con vos,
con el dolor que aún molesta,
con el futuro que no llega?
¿Qué se hace con el hoy,
cuando hay mucho ayer
y poco mañana?
¿Qué se hace cuando hay sólo preguntas y nada de respuestas?

jueves, 17 de septiembre de 2009

Gotas para los ojos

Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Terrible, pero hermoso.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Frío

Esas gotitas redondas, sin pudor y sin piedad, le humedecían el rostro. El aire frío le golpeaba el cuerpo, contribuyendo con su malestar físico y emocional. La idea de un lugar cálido no la soltaba y ella se perdía entre la angustia y los deseos de desaparecer. El frío comenzaba, ahora, a congelar los hilos que formaba el agua de lágrimas en su mejilla, a la vez que una cadena de sensaciones ridículas se engranaban, inevitablemente, dentro suyo. A su alrededor todo parecía irreal y el cansancio la ofuscaba. No veía la hora de perderse en lo onírico, en lo utópico. De perderse y no encontrarse hasta haber eliminado cualquier rastro de pesadez...

martes, 8 de septiembre de 2009

Monday, Bloody Monday

Mi lunes fue una cachetada que gráfica y dolorosamente expresó "tu fin de semana se acabó". La facultad me recibió con una interesante clase de Lingüística de la que no entendí ni J y puso en evidencia mi gran necesidad de ponerme al día con la lectura del aburrido manual (lectura que no podrá ser efectuada hasta que termine con un bendito trabajo que tengo que entregar el viernes). Salí de la facultad sintiendo esa pesadez de las obligaciones varias que me esperaban al llegar a mi casa y cuando subí al auto recién bombardeado por desechos de un pájaro (o dos) con aparentes problemas intestinales, supe que a mis obligaciones se le sumaba ahora el tener que deshacerme de esas manchas que arruinaban la pulcritud del vehículo. Sí, ya sé, ¿cuánto puede llevarte limpiar eso? No es para tanto. Y no, no fue para tanto, pero tampoco fue fácil porque esos adorables animales se encargaron de que sus necesidades caigan decorativamente, abarcando la mayor cantidad de superficie posible. Y no quiero causarles repulsión, pero había partes terriblemente adheridas y otras terriblemente frescas (¿se entiende?). Cuestión que cuando había dado por concluída mi tarea, volví a prestarle especial atención a algo que parecía suciedad, pero en realidad era la pintura saltada, como si alguien le hubiese dado golpecitos al espejo retrovisor con un elemento punzante repetidas veces. Antes de entrar en cólera por buscar posibles culpables, me metí adentro y me puse a preparar el almuerzo. Entonces recibo un llamado de mi madre que necesitaba que fuera a buscar a su amiga a no-sé-dónde (en realidad sí sé, pero no tengo ganas de explicarlo) porque no entraba en el auto de ella. Comí lo más rápido que pude porque, a pesar de no estar para nada contenta de tener que salir de mi casa y perder tiempo en la ida y vuelta, odio hacer esperar a la gente (así como odio que me hagan esperar a mí, sobre todo cuando tengo cosas que hacer) Llegué al lugar indicado por mi madre dos minutos antes de lo previsto. Puse balizas, apagué el motor, me llené de paciencia y volví a encender la radio que me mostró el cartelito "on 20 min". Pasaron 5 minutos y nada... Pensé en llamar a mi madre, pero me dije a mí misma que no podía ser tan impaciente. 3 minutos después:
M.: ¿Ya saliste de casa?
Yo: Sí, mamá, ya estoy acá.
M.: ¡Ay! Mi amiga no fue al colegio, al final no viene.
Silencio.
M.: Volvete.
Yo: Sí.
Jamás contesté tan cortantemente. Me hubiese encantado que mi madre vea mi cara, pero escucharla con esa voz de "perdón hija, no me odies" hizo que no le grite con todas mis fuerzas. Volví a mi casa con una bronca que ni contar hasta un millón podía apaciguar y resignada a la idea de que mi lunes no iba a mejorar... Y no mejoró, pero afortunadamente, tampoco empeoró.