Todo bípedo que habite la ciudad de Córdoba y que utilice un vehículo particular como medio de transporte sabrá que estacionar en la zona céntrica de la mencionada ciudad no es tarea fácil. No sólo por el tráfico y la superpoblación de autos en las calles en las que el estacionamiento está permitido, sino porque además escasean las monedas y los parquímetros elitistas sólo aceptan de un peso o de cincuenta. Cuando buscás monedas en tu bolsillo, cartera, monedero y/o cenicero del auto y te das cuenta de que son todas de 25, te querés matar. Te armás de paciencia y empezás a recorrer los 5 quioscos que tenés medianamente cerca y, con tu mejor cara, pedís monedas para el parquímetro. O, con una estrategia mucho más inteligente, comprás una tableta de chicles Topline con un billete de dos pesos, rogando que el vuelto tenga la forma de la tan preciada moneda que estás necesitando. Y no, después de que el quiosquero te pregunta si tenés cambio y de que vos le mentís descaradamente "Mmm... no, la verdad, nada de monedas", ves que su mano se acerca a la tuya sosteniendo un par de monedas cuyo valor no alcanzás a descifrar y pensás "que sean de 50, que sean de 50", pero no. En la palma de tu mano, resplandece el metal, a veces plateado o a veces dorado, de un par de victoriosas monedas de 25 que parecen mirarte burlonas. "Bueno", pensás, "con monedas de 25, es más factible que alguien se apiade de mí y me las cambie por unas de 50". Y, finalmente, 5, 10, 15 o 20 minutos más tarde, lográs introducir las monedas que corresponden para comprar tu porción de tiempo de las calles del centro de Córdoba (eso cuando el parquímetro no te la escupe como diciendo "nena, la monedita es falsa". O cuando ni siquiera la escupe y vos te quedás ahí parada, rindiéndote ante la cruel derrota por haber perdido para siempre aquellas monedas que tanto te costaron conseguir).
Por todo eso tiene que pasar un simple ciudadano cuando hace una excursión al centro. La próxima vez, dejás el auto en tu casa y te tomás un colectivo, que seguro renegás menos.
Mi madre y yo nos vimos eximidas de tal trajín un par de días atrás. Entre las dos logramos reunir lo necesario para una hora y media de estacionamiento. El parquímetro aceptó nuestras monedas sin quejas y pudimos continuar con nuestros quehaceres, sabiendo que tal vez íbamos a necesitar agregar más monedas al cabo de la hora y media; monedas que ya teníamos en nuestro haber. Pero, para nuestra sorpresa, no hizo falta. Cuando llegamos a donde estaba el auto, nuestro parquímetro marcaba una hora más de la que debería haber marcado. Como el auto de atrás no era el mismo que estaba cuando nosotras estacionamos y su parquímetro también había sido alimentado, mi conclusión fue que el señor o la señora, en un minuto de despiste, introdujo monedas en el parquímetro equivocado. A quién sea que haya sido, ¡gracias!
Jajajajajajajaja!!!! La verdad que te pasaste!! Esto está genial... sos una grosa amor...
ResponderEliminarah, eso si. Ya que vos lo hacés siempre, está vez me toca... te faltó un letrita en la palabra "quioscos"... pero igual, como vos decís, clap clap clap clap clap!!
Te amo!!!