
El chiquero no inspira. El desorden malpredispone. Pero el olor a pulcritud, a brisa matutina... ¡Ah! Eso sí que invita a pasar, a quedarse. Bien, resulta que hoy no estudié un carajo (hablando mal y pronto) porque cuando me preparaba para hacerlo, abrí la puerta de mi habitación (mi nuevo lugar de actividades mentales) y me encontré con un panorama para nada agradable. Entonces, un poco con la excusa de que así el incentivo para estudiar se anula y otro poco porque hay oportunidades en las que hasta lavaría los pisos con tal de no empezar a torturarme con lingüistas, acomodé. Y fue superficial, nada del otro mundo... a la limpieza profunda la reservo para cuando necesite terapia, pero fue una limpieza al fin. Ahora mi habitación huele a melón y está despejada de todo posible quilombo (me invita a pasar y a quedarme), pero en vez de estudiar, pierdo tiempo en esto. ¡Levante la mano quién sigue buscando excusas para no enfrentarse a los libros!